1. El fruto nace de una relación constante con Cristo
Permanecer significa habitar, estar unido, depender diariamente de Él. Si no hay comunión diaria, no habrá fruto real. El fruto no es automático: es el resultado de estar pegados a la Vid.
Versículo Clave:
Juan 15:5: “El que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.”
Para Reflexionar:
¿Estás cultivando una relación diaria y profunda con Jesús? El fruto es el resultado natural de esa conexión.
2. El fruto se manifiesta en obediencia a Sus mandamientos
Permanecer en Cristo también significa vivir conforme a Su voluntad. Jesús lo dejó claro: “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor.” (Juan 15:10). La obediencia no es una carga, sino la expresión de nuestro amor y la clave para una vida fructífera.
Versículo Clave:
Juan 15:10: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.”
Para Reflexionar:
¿Hay áreas en tu vida donde necesitas alinear tu voluntad a la de Dios? La obediencia es fruto.
3. El fruto es visible en el amor sacrificial hacia otros
El fruto no es solo para consumo personal. Jesús dice en Juan 15:12, “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.” El amor es el distintivo del discípulo, el fruto que el mundo puede ver.
Versículo Clave:
Juan 15:12: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.”
Para Reflexionar:
¿Tu amor por los demás refleja el amor de Cristo? El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz...