1 Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.
2 Porque todos ofendemos muchas veces; y si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.
3 He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo.
4 Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere.
5 Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!
6 Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.
7 Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana;
8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.
9 Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios.
10 De una misma boca procede bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.
11 ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?
12 ¿Puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.
El sermón de hoy nos confronta con un tema "crudo", pero lleno de bendición si la semilla cae en un corazón noble y fértil. Santiago, como un médico que diagnostica el corazón, nos guiará a través de un estudio expositivo sobre el poder de nuestra lengua. Contrario a predicaciones temáticas que pueden ser manipuladas, la exposición bíblica nos asegura que solo hablaremos lo que la Palabra de Dios dice, por amor a nosotros y para nuestra instrucción y guía.
Dato Curioso:
Un estudio reciente reveló que las mujeres hablan, en promedio, alrededor de 3,000 palabras más que los hombres al día, una diferencia que se acentúa entre los 25 y 65 años. Esta comunicación, sea abundante o escasa, puede ser una gran bendición, pero también aterradora, dependiendo de lo que se hable.
Santiago inicia su capítulo 3 advirtiéndonos sobre la precipitación para ser maestros, pues "recibiremos mayor condenación". Esta "condenación" (del griego klima) se refiere a un juicio más severo, una exigencia mayor para aquellos que enseñan y conocen la Palabra, ya que son creyentes que no se exponen a una condenación eterna, sino a una evaluación estricta de su obediencia. Todos ofendemos muchas veces, y si alguien es capaz de controlar su lengua, es considerado "perfecto" en el sentido de madurez espiritual, capaz de refrenar todo su cuerpo.
"Mayor condenación" significa un juicio más estricto o severo para los creyentes que enseñan. A mayor conocimiento, mayor responsabilidad en el uso de nuestra boca y nuestras palabras.
Un médico o un arquitecto, al especializarse, adquiere más responsabilidad. Si algo falla en su área de expertise, será juzgado con mayor rigor. De igual manera, quienes asumen el rol de maestros en la fe tienen una responsabilidad elevada ante Dios.
Santiago utiliza dos poderosas analogías para ilustrar el inmenso poder de la lengua: el freno de un caballo y el timón de un barco. Un caballo, a pesar de su gran tamaño y fuerza (puede arrastrar hasta tres veces su peso y correr a 70 km/h), es controlado y dirigido por un pequeño freno en su boca, afectando directamente su lengua. De la misma manera, las naves, enormes y llevadas por vientos impetuosos, son gobernadas por un pequeño timón. Un solo grado de desviación en el timón puede llevar un barco de un destino seguro a uno completamente diferente (ej. de Reino Unido a la Patagonia).
Tú, como padre o madre, eres ese barco y tu boca es ese timón. Tus palabras deciden si tu familia llega a un puerto seguro de amor y buena enseñanza, o si se desvía hacia el caos y la oscuridad. La muerte y la vida están en el poder de la lengua; lo que siembras hoy con tus palabras, lo cosecharás mañana.
Proverbios 16:28: "El hombre perverso provoca contiendas, y el chismoso aparta a los mejores amigos."
Proverbios 18:21: "La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos."
Si constantemente maldices a tus hijos o los etiquetas como "tontos" o "rebeldes", estás sembrando una semilla que crecerá y se manifestará en su carácter. En cambio, palabras de bendición, ánimo y afirmación ("Estoy orgulloso de ti", "Qué bien te quedó") producirán frutos de vida.
Santiago advierte que la lengua, aunque es un miembro pequeño, "se jacta de grandes cosas". Con una pequeña chispa, un pequeño fuego, puede encender un "gran bosque". Un comentario sarcástico, una frase malintencionada, incluso una habladuría aparentemente inofensiva, puede desatar un desastre de proporciones inimaginables. La lengua es descrita como "un fuego, un mundo de maldad", que contamina todo el cuerpo e "inflama la rueda de la creación", es decir, el curso entero de nuestra vida y todo lo que está a nuestro alrededor. Lo más impactante es que esta lengua es "inflamada por el infierno" (Gehena, el valle de Hinom, un lugar de constante juicio y fuego).
El Gran Incendio de Chicago en 1871, que devastó 9 km cuadrados, dejó 300 muertos y 100,000 personas sin hogar, comenzó con una simple lámpara de petróleo derribada por la cola de una vaca en un granero. Una pequeña chispa puede tener consecuencias catastróficas. De igual manera, un chisme o un comentario imprudente puede destruir familias y amistades para siempre.
Santiago nos recuerda que "toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana". Los elefantes, leones y tigres pueden ser entrenados y obedecer. Sin embargo, el versículo 8 es contundente: "pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal". Nos cuesta horrores refrenar nuestra boca; decimos "no lo volveré a hacer", y caemos una y otra vez. El verdadero problema no está en la lengua en sí, sino en el corazón, pues "de la abundancia del corazón habla la boca" (Mateo 12:34). Es por eso que solo el Espíritu Santo de Dios puede domar nuestra lengua, al controlar la fuente de nuestras palabras: nuestro corazón.
Con la misma lengua bendecimos al Dios Padre y maldecimos a los hombres, hechos a su semejanza. De una misma boca procede bendición y maldición. Santiago nos dice: "Hermanos míos, esto no debe ser así". Esta dualidad proviene de nuestra vieja naturaleza pecaminosa que aún lucha contra nuestra nueva naturaleza en Cristo.
_html_escape_placeholder_4Versículo de Apoyo:
Gálatas 5:17: "Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis."
Santiago concluye su argumento con preguntas retóricas que desafían nuestra lógica y espiritualidad: "¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? ¿Puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce." La implicación es clara: una fuente coherente produce un solo tipo de fruto. Si continuamente brotan de nuestra boca palabras de maldición, chisme, sarcasmo o comentarios negativos, ¿refleja esto la fuente de un corazón regenerado por Cristo o un corazón que aún pertenece al enemigo, influenciado por la vieja naturaleza?
Si tus palabras demuestran una lucha constante y predominante con el mal uso de tu lengua, es crucial revisar la autenticidad de tu salvación y si el Espíritu Santo verdaderamente habita y controla tu corazón. Un corazón transformado por Cristo produce consistentemente palabras de bendición.
2 Corintios 5:17: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas."
No importa cuántas veces hayamos fallado, la oportunidad de cambiar está disponible cada día. El Señor nos invita a la honestidad y al arrepentimiento. No podemos contradecir la Palabra de Dios ni engañarnos a nosotros mismos creyendo que no somos pecadores.
Dios quiere librarte de la esclavitud de una lengua destructiva y de sus consecuencias, que dañan matrimonios, relaciones familiares y amistades. Él quiere darte una vida de bendición y propósito. ¡No acomodes la Palabra de Dios a tu conveniencia! Requiere un corazón humilde.
Un Pensamiento Final:
"Si el hijo nos libertaré, seréis verdaderamente libres."