Introducción: La Esencia de la Fe Genuina
Santiago, medio hermano del Señor Jesucristo y pastor de la iglesia en Jerusalén, escribe a los hermanos judíos dispersos. Su carta, a menudo llamada los "Proverbios del Nuevo Testamento", es eminentemente práctica, ofreciendo instrucciones claras para vivir la fe en Cristo en medio de la persecución de la iglesia naciente (Hechos 8:1).
El apóstol enfatiza consistentemente el término "Hermanos míos", marcando la profunda conexión y el amor que los une en el "Camino" que es Cristo. Nos recuerda que Jesús mismo declaró ser el único camino hacia el Padre, estableciendo una exclusividad divina. La religión pura y sin mácula, como se describe en Santiago 1:27, es visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo. Con esta base, Santiago nos llama a examinar cómo vivimos nuestra fe gloriosa en Jesús.
1. Debemos ser Imparciales: Evitando el Favoritismo
Nuestra fe en el glorioso Señor Jesucristo debe ser sin acepción de personas, sin favoritismo. Los primeros cristianos, judíos dispersos y perseguidos, enfrentaban desafíos al aplicar esta verdad en sus congregaciones. La "fe" no es solo la creencia salvadora, sino la manera en que vivimos nuestra vida cristiana, reconociendo a Jesús como el "Dios de la Gloria", la misma presencia de Dios entre nosotros (Hechos 7:2, Juan 1:14).
El Favoritismo en la Sinagoga: Un Problema del Primer Siglo
Santiago describe una escena común: un hombre adinerado entra con anillos de oro (a menudo alquilados para mostrar estatus) y ropa espléndida, mientras un pobre entra con vestiduras andrajosa. El rico es recibido con honores: "Siéntate tú aquí en buen lugar". Al pobre, se le dice: "Estate tú allí en pie, o siéntate aquí abajo de mi estrado."
Esta distinción evidencia una "acepción de personas", donde se juzga por las apariencias y se actúa con "malos pensamientos". Dios había instruido cuidar especialmente a las viudas y huérfanos (Santiago 1:27), quienes no podían devolver el favor. Ayudar a un rico, por otro lado, podría implicar motivos ocultos, como esperar grandes ofrendas o beneficios.
La Imparcialidad Divina y la Hipocresía Humana
Dios no muestra favoritismo, ni entre judíos ni entre gentiles (Romanos 2:11). Sin embargo, algunos creyentes en las sinagogas de aquel tiempo afrentaban al pobre, a pesar de que los ricos a menudo eran los mismos que oprimían y arrastraban a los cristianos a los tribunales, e incluso blasfemaban el nombre de Cristo (Hechos 4:1-7, 5:17-18, 26:11).
La historia de Ananías y Safira (Hechos 5) es un recordatorio severo de que Dios no puede ser engañado y que la hipocresía en la iglesia conlleva una disciplina divina. Su intento de simular una ofrenda total, mintiendo al Espíritu Santo, resultó en muerte, subrayando la importancia de la integridad y la honestidad, especialmente en el servicio a Dios.
La Ley Real: Amor al Prójimo
La "ley real" se resume en "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Levítico 19:18, Mateo 22:37-40). Jesús unió este mandamiento con el de amar a Dios con todo el corazón, alma y fuerzas (Deuteronomio 6:4-5), resumiendo los 613 mandamientos de la ley. Cumplirlos perfectamente es imposible para el hombre, y romper un solo mandamiento te hace culpable de todos.
Así, hacer acepción de personas es cometer pecado y ser transgresor de la ley. La fe sin favoritismos es una expresión vital del amor a Dios y al prójimo.
2. Debemos Vernos como Iguales: Todos Somos Pecadores
Delante de Dios, el pobre y el rico son iguales. No somos más que nadie; todos somos pecadores. La perspectiva correcta de Dios revela que nuestras diferencias materiales o sociales no nos hacen superiores o inferiores. El problema no es el dinero en sí, sino el amor al dinero, que es raíz de todos los males.
La Condición Humana: Separados de la Gloria de Dios
Romanos 3:23 nos lo recuerda: "Todos hemos pecado y estamos separados de la meta gloriosa establecida por Dios." Nadie puede cumplir la ley perfectamente. La Biblia abunda en la justicia de Dios para con los necesitados:
- Salmo 41:1: "Qué alegría hay para los que tratan bien a los pobres; el Señor los rescata cuando están en apuros."
- Proverbios 17:5: "Los que se burlan del pobre insultan a su Creador; los que se alegran de la desgracia de otros serán castigados."
Estos versículos nos recuerdan la importancia de la humildad y la compasión, reconociendo que todos, independientemente de nuestra situación económica, compartimos la misma necesidad de la gracia de Dios.
La Ley de la Libertad en Cristo
La ley de la libertad, anunciada por Jesús (Juan 8) y explicada por Pablo (Romanos 2), nos libera de la esclavitud del pecado. No se trata de una libertad para pecar, sino de una libertad del pecado que destruye y arruina vidas. Cristo nos libra de ser esclavos del cigarro, el alcohol, las drogas, la comida, el trabajo o el dinero. Él nos da una nueva vida en santidad y temor a Dios.
Servir a Dios con integridad y honestidad es clave. Si un corazón no ama a Dios y no se rinde a Él, asistir a la iglesia o cumplir rituales no cambia nada. La verdadera libertad se encuentra en rendir nuestra vida entera a Jesús, postrarnos y humillarnos ante Él.
3. Debemos Mostrar Compasión: El Corazón del Cristianismo
El cristianismo es fundamentalmente sobre compasión y misericordia. Dios desea misericordia y no sacrificio (Oseas 6:6). Esto significa amar al pecador sin juicio, ver a los demás con los ojos de Cristo y ofrecerles la gracia que nosotros mismos hemos recibido.
El Ejemplo Máximo de Cristo
Jesús fue el ejemplo supremo de compasión, rompiendo barreras sociales y religiosas para mostrar amor:
- Habló con la samaritana, rompiendo prejuicios judíos.
- Comió con publicanos, incluso Mateo y Zaqueo, a quienes los judíos odiaban.
- Sanó a la mujer sirofenicia/cananea, reconociendo su gran fe.
- Sanó enfermos, dio vista, levantó paralíticos y resucitó muertos como Lázaro.
- Perdonó pecados, un acto que solo Dios podía realizar, manifestando su divinidad y misericordia.
Dios es un Dios de compasión y misericordia. Su deseo es que tengamos misericordia del pecador, que no lo veamos diferente a nosotros, sino que salgamos a ofrecerle esperanza y oración.
La Historia del Pastor Eduardo Bulín: Compasión en Acción
El pastor Eduardo Bulín compartió una vez la historia de un joven de escasos recursos, proveniente de un barrio humilde, a quien llevó a un campamento. El joven robó unos tenis a otro chico. En lugar de reprenderlo severamente, Eduardo le compró unas zapatillas nuevas, diciéndole: "Perdóname, no vi que tus zapatos estaban rotos y que era lo único que tenías."
Ese acto de compasión transformó la vida del joven, quien hoy es pastor de una iglesia en Argentina. Esta historia ilustra que la Iglesia de Cristo debe caracterizarse por la misericordia y la compasión hacia el necesitado, tanto material como espiritualmente, ofreciendo el perdón de pecados y la salvación del alma.
Viviendo una Fe Auténtica en Cristo
La fe genuina en Jesús nos llama a una transformación profunda de nuestro carácter. No es solo una declaración, sino una forma de vida que refleja el corazón de nuestro Salvador.
- Sé Imparcial: Elimina todo favoritismo y distinción por apariencias. Trata a todos con el mismo amor y respeto que Cristo te ha mostrado.
- Reconoce tu Igualdad: Admite que, sin importar tu condición, eres un pecador necesitado de la gracia de Dios, al igual que los demás. No te juzgues superior a nadie.
- Actúa con Compasión: Extiende misericordia a los perdidos y a los necesitados. Sirve con integridad, honestidad y temor a Dios, buscando no tu propio beneficio, sino el bienestar de los demás.
2 Corintios 8:9 (RVR60): "Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos."
Cristo, siendo rico en gloria, se hizo pobre para enriquecernos. Sigamos su ejemplo, amando a Dios por encima de todo lo material y buscando ser cada día más como Él.
Oración Final
Padre, gracias por tu palabra y por Jacobo, que nos da dirección y guía a la iglesia. Hoy en día nos sigue enseñando porque es tu palabra. Te amamos y toda la honra es para ti, Jesús, que moriste en esa cruz para hacernos libres. Gracias, Dios, en el nombre de Cristo Jesús. Amén.
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