"Estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos."
2 Corintios 4:8-11
Esta vida está llena de tribulaciones, apuros, persecuciones y momentos de derrota. Sin embargo, como creyentes, cada una de estas experiencias tiene un propósito divino: manifestar la vida de Jesús en nosotros y llevarnos a una gloria eterna.
Así como un deportista entrena arduamente para alcanzar su meta, en la vida cristiana enfrentamos luchas y disciplinas. Pero la alegría de ser escogidos hijos de Dios y compartir la victoria de Jesucristo supera cualquier dolor. La gracia de Dios es nuestra llave para la victoria en medio de las adversidades.
Pablo experimentó innumerables sufrimientos: azotes, cárceles, naufragios, peligros de ladrones y falsos hermanos, trabajo y fatiga, hambre y sed, frío y desnudez. A pesar de todo, sobreabundaba en gozo en todas sus tribulaciones.
2 Corintios 11:23-28, 2 Corintios 7:4
Corremos una carrera no por una corona corruptible, sino por un premio eterno que no se corrompe ni se pierde. Este premio es el supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús, una meta que nos impulsa a olvidar lo que queda atrás y extendernos hacia adelante.
Jesús mismo, por el gozo puesto delante de Él, sufrió la cruz. Nosotros, rodeados de una gran nube de testigos, debemos despojarnos de todo peso y pecado, y correr con paciencia la carrera, fijando nuestros ojos en Él, el autor y consumador de nuestra fe.
"Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios."
Hebreos 12:1-2
Más allá del premio supremo, hay coronas específicas que Jesucristo nos otorgará por nuestra fidelidad y servicio:
Las aflicciones del presente no se comparan con la gloria venidera. Debemos vivir una vida conforme al corazón de Dios, sirviendo con amor y gozo, enfocados en lo eterno.
"Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse."
Romanos 8:18