"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna."
Juan 3:16
El evangelismo no es solo una tarea, es el eco de un amor incondicional que Dios tiene por la humanidad. Somos llamados a reflejar ese amor, gracia y misericordia, actuando como testigos genuinos de lo que Dios ha hecho en nosotros y desea hacer en otros. No somos abogados ni jueces, sino portadores de las buenas nuevas a un mundo sediento de esperanza, manifestando el fruto del Espíritu.
Dios demostró un amor que trasciende toda comprensión: 'de tal manera' (Juan 3:16) amó al mundo que entregó a su Hijo unigénito para nuestra salvación. Este no fue un amor superficial, sino un sacrificio supremo que no merecíamos. Su acto de amor constriñe nuestros corazones y nos invita a vivir en constante gratitud y obediencia.
"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna."
Juan 3:16
Mientras Abraham solo fue probado al pedirle a Isaac, Dios Padre sí entregó a su único Hijo, Jesucristo, para nuestra salvación. Este acto de amor insuperable revela la profundidad y el carácter genuino del amor divino que no podemos pagar, solo aceptar y compartir.
Hemos recibido el poder del Espíritu Santo para ser testigos de Cristo, comenzando en nuestros círculos más cercanos y extendiéndonos 'hasta lo último de la tierra'. Jesús nos llamó a llevar el evangelio a lugares donde fue rechazado o menospreciado, mostrándonos que el amor de Dios no tiene límites ni prejuicios. Nuestra obediencia a este llamado debe ser en el tiempo y la forma que Él nos dirija.
"Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra."
Hechos 1:8
Jesús pidió a sus discípulos testificar en Jerusalén (donde fue ejecutado), Judea (donde fue rechazado) y Samaria (donde los discípulos sentían animadversión). Esto nos enseña a llevar la Palabra sin discriminación, a aquellos que consideramos 'difíciles' o 'extraños'.
Como escogidos, santos y amados de Dios, somos llamados a 'vestirnos' de cualidades divinas: entrañable misericordia, benignidad, humildad, mansedumbre y paciencia. El amor es el 'vínculo perfecto', la clave para unirnos a Cristo y establecer empatía genuina con quienes nos escuchan. Nuestro testimonio no es solo de palabra, sino de una vida que, en cada aspecto, refleja a Cristo.
"...Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto."
Colosenses 3:14 (extracto)
Nuestro estilo de vida (palabras, amistades, servicio, música e incluso vestimenta) debe ser un ejemplo vivo de la fe. Este 'vestir' en amor construye puentes y otorga credibilidad a nuestro mensaje, abriendo los corazones al evangelio.
El amor incomparable de Dios nos constriñe a ir y compartir las buenas nuevas. Es tiempo de vivir y reflejar ese amor en cada aspecto de nuestra existencia.
"Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley."
Gálatas 5:22-23